El 79% de las personas con movilidad reducida afirma haber tenido que renunciar a planes sociales con sus amistades debido a la presencia de barreras arquitectónicas en su entorno cotidiano. Así lo recoge el informe Sumando Voces, elaborado por la Fundación Mutua de Propietarios en colaboración con Cocemfe, con el objetivo de visibilizar las dificultades que afronta este colectivo en su día a día.
Según el estudio, los obstáculos físicos continúan afectando especialmente a la vida social, el ocio y las tareas domésticas, limitando la autonomía personal y repercutiendo directamente en el bienestar de las personas con movilidad reducida. “A pesar de los avances normativos, la mayoría sigue enfrentándose a barreras que condicionan aspectos fundamentales de su vida”, señala Cristina Pallàs, directora de la Fundación.
Impacto en distintos ámbitos
La imposibilidad de acceder a espacios adaptados no solo afecta al ocio. El 74% de los encuestados reconoce haber tenido que renunciar a actividades familiares, el 49% en el entorno laboral y el 54% en el ámbito académico.
“La falta de accesibilidad sigue siendo una barrera diaria que nos obliga a desistir de derechos básicos como estudiar, trabajar o mantener una vida social activa”, denuncia Anxo Queiruga, presidente de Cocemfe. A su juicio, esta situación genera frustración, renuncia y vulneración de derechos, una realidad que no debería normalizarse.
Autonomía limitada por obstáculos físicos
La percepción de independencia personal entre las personas encuestadas se sitúa, de media, en 5,48 sobre 10, y solo el 8% se considera completamente autónomo. El informe identifica como causa principal la constante presencia de barreras físicas: el 70% se enfrenta a ellas diariamente.
Los entornos más afectados son la vida social (60%) y el ocio (58%), seguidos por las tareas domésticas (47%) y las actividades deportivas (38%). Además, las mujeres declaran una experiencia más negativa: un 65% reconoce impactos en su vida social (frente al 60% de los hombres) y un 62% en el ocio (frente al 58%).
Consecuencias emocionales
El entorno no accesible también tiene consecuencias psicológicas. La emoción más frecuente es la frustración (32%), seguida de la impotencia (27%). Las mujeres registran niveles más altos de frustración (35% frente al 28% en hombres) y de tristeza (10% frente a 6%).
Un 14% de los participantes afirma sentirse motivado para encontrar soluciones, mientras que otro 14% experimenta enfado. Otras emociones, como la tristeza (7%) o la indiferencia (2%), son menos comunes.
“La verdadera barrera no siempre es física. Es fundamental promover una sociedad más empática e inclusiva, que apueste por el diálogo, la formación y la sensibilización”, apunta Pallàs.
La familia, principal red de apoyo
El informe destaca que la familia es el principal respaldo frente a las barreras arquitectónicas. El 69% de las personas con movilidad reducida se apoya en sus convivientes; le siguen los amigos (41%), familiares no convivientes (24%), personal externo (17%) y vecinos (15%). El apoyo institucional es mínimo, con solo un 5% recurriendo a la Administración pública y un 3% al voluntariado. Un 9% declara no contar con ningún tipo de apoyo.
Percepción social y necesidad de políticas inclusivas
Un 64% de los encuestados considera que la sociedad es poco consciente de los problemas que enfrenta el colectivo y un 27% opina que no existe conciencia alguna. Solo un 10% percibe un nivel aceptable de sensibilidad social.
“La mejora de la accesibilidad física debe ir acompañada de políticas públicas eficaces, recursos adecuados y una escucha activa a las personas con discapacidad y sus organizaciones”, concluye Queiruga. Para el presidente de Cocemfe, promover entornos inclusivos desde el diseño universal es clave para garantizar la participación plena de todas las personas en la sociedad.
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