Las azoteas ajardinadas pueden abrir una nueva vía de negocio para el establecimiento hotelero, ya que le permite recuperar una zona en muchos casos desaprovechada y descuidada para instalar un pequeño jardín, además se verían beneficiados tanto por la revaloración de sus habitaciones, como por la reducción en su gasto energético.
Al proteger al edificio del calor, la azotea ajardinada reduce el gasto en energía, logrando así rebajar las emisiones de CO2 a la atmósfera hasta en un 50%, Teniendo en cuenta las estimaciones de Danosa. Además, estas zonas se convierten en el verdadero pulmón del hotel, ya que compensan la falta de zonas verdes en los núcleos urbanos, con el impacto positivo que tienen al mejorar la calidad del aire y reducir la contaminación atmosférica, actuando como sumideros de dióxido de carbono.
Todos estos aspectos intangibles, como la temperatura de las instalaciones y de las estancias o el nivel de ruido que soporta, cada vez tienen un papel más determinante en la satisfacción del usuario. Convirtiéndose en aspectos del ‘confort oculto’, que está empezando a ser determinante en la elección de un hotel; convirtiéndose de esa manera en el reto que tiene la industria hotelera por delante.