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Aunque los Certificados de Ahorro Energético nacieron como una herramienta para impulsar la eficiencia en el parque edificatorio, su aplicación en el sector residencial ha sido muy limitada durante el primer año de funcionamiento.

Reducir la demanda energética del parque edificado es una de las prioridades marcadas por la Unión Europea en el marco de su estrategia “primero, la eficiencia energética”. Entre los objetivos fijados se incluye un porcentaje de ahorro anual del 1,5%, que aumentará progresivamente hasta alcanzar el 1,9% en 2030. En línea con este compromiso, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, Pniec, establece como meta la rehabilitación de 1.377.000 viviendas en España antes de finalizar la década.

Para favorecer este proceso, se han puesto en marcha mecanismos como los Certificados de Ahorro Energético, CAE, concebidos como instrumentos de incentivo económico vinculados a intervenciones que generen ahorros medibles de energía. Sin embargo, durante su primer año de aplicación, la eficacia de los CAE ha mostrado importantes desequilibrios sectoriales.

Según los datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Miterd, el sector industrial ha concentrado cerca del 70% de las solicitudes, mientras que el residencial apenas ha representado un 2,8% de las actuaciones potencialmente beneficiarias de este instrumento. Además, dentro del ámbito residencial, pocas intervenciones han estado orientadas a la rehabilitación de la envolvente del edificio.

Desde Andimat, la Asociación de Fabricantes de Materiales Aislantes, subrayan que los CAE podrían desempeñar un papel clave en la renovación energética del parque edificado, al representar un incentivo directo para el ciudadano. No obstante, advierten que para que su impacto sea significativo, es necesario incorporar un criterio de cálculo que valore los ahorros acumulados a lo largo de la vida útil del edificio, ya que es ahí donde reside el verdadero potencial del aislamiento térmico.

Actualmente, la estructura de retorno económico de los CAE penaliza las actuaciones sobre la envolvente. Mientras que intervenciones en bombas de calor o luminarias LED pueden recuperar entre el 25% y el 30% de la inversión mediante CAE, la mejora de la envolvente apenas alcanza un 3%.

Como ejemplo, Andimat expone el caso de un edificio construido en 1985 donde se rehabilitaron los muros de fachada mediante un sistema de aislamiento. Esta actuación permitió un ahorro energético anual cercano a los 640 MWh. Pese a una inversión de unos 2 millones de euros, la comunidad logró recuperar 1,4 millones de euros gracias a los fondos Next Generation y otras deducciones fiscales. Sin embargo, los CAE generaron un retorno de solo 51.000 euros anuales, equivalente al 2,5% de la inversión.

Para la asociación, esta disparidad evidencia que el diseño actual de los CAE no incentiva adecuadamente las intervenciones estructurales más eficaces a largo plazo. Reforzar el peso del aislamiento térmico dentro del sistema de cálculo permitiría dotar al mecanismo de mayor coherencia con los objetivos europeos de descarbonización y eficiencia energética duradera.

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